En un escenario que parece sacado de un mal capítulo de un manual de crisis, la administración de Lorena Cuéllar en Tlaxcala sigue naufragando en el mar de la comunicación gubernamental. Con el reciente nombramiento de Octavio Ortega como el tercer Coordinador General de Comunicación en menos de tres años, queda claro que la estrategia comunicativa del gobierno estatal es, en el mejor de los casos, improvisada, y en el peor, inexistente.

No hace falta ser un experto en comunicación para darse cuenta de que la administración de Cuéllar ha fallado repetidamente en conectar con los ciudadanos. La falta de transparencia, la torpeza en la gestión de crisis y la incapacidad de anticiparse a los problemas han hecho de la comunicación un punto débil que el gobierno no ha sabido corregir. Cada cambio de vocero parece ser una admisión tácita de que los anteriores no supieron cómo manejar la nave, pero, ¿acaso el problema radica solo en los mensajeros?

La llegada de Angélica Domínguez fue un primer fracaso. Su estilo arrogante y la mala relación con los medios y su propio equipo la hicieron insostenible en el cargo. Luego vino Augusto Ramírez, cuya gestión burocratizada fue igual de ineficaz para lidiar con las múltiples crisis de percepción, especialmente en temas de seguridad pública. Ahora, Octavio Ortega entra en escena, y aunque su perfil como periodista experimentado pueda sonar prometedor, uno no puede evitar preguntarse: ¿Qué diferencia puede hacer un tercer vocero cuando la dirección parece no saber hacia dónde quiere ir?

Una comunicación gubernamental eficaz no solo informa; construye confianza y transparencia. Sin embargo, la administración de Cuéllar se ha caracterizado por su reacción tardía ante los problemas, especialmente en seguridad pública, un tema que ha deteriorado la percepción del gobierno. Los ciudadanos no solo necesitan ser informados, necesitan sentir que el gobierno tiene el control y que trabaja activamente para protegerlos. Pero, hasta ahora, todo lo que han recibido son mensajes tardíos, confusos y poco convincentes.

Octavio Ortega llega con una hoja de vida respetable: ha trabajado en medios importantes, tiene formación académica sólida y experiencia en cubrir temas políticos y de seguridad. Pero ni su experiencia ni sus títulos podrán salvar una administración que parece condenada a repetir los mismos errores. La verdadera prueba para Ortega no será si puede cambiar la percepción pública con comunicados de prensa y entrevistas, sino si puede transformar una cultura de comunicación interna que, hasta ahora, ha mostrado ser desastrosamente ineficaz.

En un gobierno donde la comunicación debería ser una herramienta para construir puentes con la ciudadanía, Lorena Cuéllar ha permitido que se convierta en un ancla que hunde su administración. Los problemas no desaparecerán con un cambio de rostro frente a los medios. Necesitan un cambio de estrategia, de mentalidad y de compromiso genuino con la transparencia y la rendición de cuentas. Ortega tiene una tarea titánica por delante, y no sería sorpresa que, si las cosas no cambian, estemos hablando de un cuarto vocero antes de que termine este sexenio.

En un entorno político donde la confianza se gana a pulso y se pierde en un instante, Lorena Cuéllar no puede permitirse más errores. Si la comunicación de su gobierno sigue siendo un cúmulo de incompetencias, no habrá vocero que salve su administración de un naufragio definitivo.

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LA CAMINERA…El trago amargo…Octavio Ortega, el nuevo vocero, fue presentado en un ambiente tenso y casi clandestino, con algunos trabajadores de la Coordinación General de Comunicación excluidos de la reunión. Este escenario no hace más que subrayar la división y la falta de cohesión dentro de un equipo que debería estar unido en la misión de informar y conectar con la ciudadanía.

La salida de Augusto Ramírez, anterior Coordinador General de Comunicación, no podría haber sido más simbólica de la desconexión y el fracaso. Se despidió sin fanfarrias, por la puerta de atrás, lamiéndose las heridas y dejando tras de sí una estela de rumores contradictorios. Primero, dejó entrever que su próximo destino sería con Sheinbaum, pero luego cambió su discurso y dijo que asumiría un papel como gerente de radios en Coracyt.

Antes de Ramírez, bajo la gestión de Angélica Domínguez, al menos había un esfuerzo por mantener una comunicación interna consistente, con reuniones mensuales que aseguraban que los enlaces de comunicación de prensa del gobierno local estuvieran alineados. Sin embargo, con Ramírez al mando, esa práctica fue desechada. Ignorar a los responsables de prensa, a quienes realmente hacen la talacha de la comunicación diaria, fue un error monumental.

Ignorar esta red de comunicación interna no solo muestra una falta de respeto hacia estos empleados, sino también una falta de comprensión de lo esencial que es la comunicación efectiva para el buen gobierno.

Ahora, con la llegada de Octavio Ortega, la gran pregunta es si habrá un cambio real o si simplemente veremos más de lo mismo bajo un rostro diferente. Ortega enfrenta un desafío hercúleo: no solo debe reparar la percepción pública dañada de la administración de Cuéllar, sino también restaurar la funcionalidad de los equipos internos que ha sido desmantelados y desmotivados.

Por cierto, otro foráneo, esperemos que el señor conozca el escenario, los actores políticos locales y, sí, también, que tenga el pulso, el tacto y la capacidad no solo para mantener relaciones armónicas con los medios de comunicación, basadas en la confianza, el respeto y la libertad, sino para diseñar una política de comunicación eficaz que sea parte de la solución y no de los problemas de la gobernadora.

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AHORA SI, LA ÚLTIMA Y NOS VAMOS ¿Relevos Extraños en el Gobierno de Tlaxcala?

En la política tlaxcalteca, los movimientos y nombramientos suelen ser leídos como señales de poder y, a veces, de desesperación. Si no hay cambios de última hora, este lunes veremos un anuncio que levanta más preguntas que respuestas: Luis Vargas, senador suplente y presidente del partido Fuerza por México, será nombrado como Director de Gobernación del estado. A primera vista, esto podría interpretarse como un castigo, considerando que Vargas pasa de ser representante del Gobierno de Tlaxcala en la Ciudad de México a un puesto que, aparentemente, tiene menos visibilidad y poder.

La reubicación de Vargas podría parecer un retroceso en su carrera política, pero como en toda buena historia política, lo que parece no siempre es. En realidad, este movimiento podría ser más significativo de lo que se observa a primera vista. Si bien el puesto de Director de Gobernación puede parecer de menor relevancia, es, de hecho, un rol clave en la gestión política interna del estado. Implica mantener contacto y resolver conflictos con los 60 alcaldes y otros personajes políticos de Tlaxcala, una tarea que requiere de habilidades diplomáticas y de negociación considerables.

Lo que este nombramiento también deja entrever es una insatisfacción con el actual Secretario de Gobierno, Luis Antonio Ramírez. Algunos apuntan a que la gobernadora Lorena Cuéllar no está contenta con su desempeño. Las quejas sobre su arrogancia y falta de atención a los conflictos han llegado a oídos de la mandataria. En política, la percepción es tan importante como la realidad, y un secretario de gobierno que no conecta con los líderes locales, ni resuelve conflictos se convierte en un lastre para cualquier administración.

La elección de Luis Vargas para este puesto podría ser vista como un intento de recomponer el camino. Conocido como el «Curandero» en los círculos políticos, Vargas tiene una reputación de mediador y solucionador de problemas. Su habilidad para conectar con diversos actores políticos y su conocimiento del terreno local lo convierten en una figura capaz de pacificar aguas turbulentas y enderezar el barco.

Al tiempo veremos si Vargas logra curar las heridas políticas del gobierno de Cuéllar o si este cambio será solo otro parche temporal en un barco que sigue tomando agua. Al final, la política es como una última ronda en la cantina: siempre hay una última y nos vamos… hasta que no.

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LOS BUENOS TIEMPOS PARA CHIAUTEMPAN…Y hablando de mensajes en la política, ¡vaya! que llamó la atención el respaldo de Lorena Cuellar a la alcaldesa de Chiautempan, Blanca Angulo Meneses en su toma de protesta, lo cual indica que inicia bien su administración. Es la primera vez que va un gobernante a la toma de protesta en el municipio sapapero. Es buen augurio y una muestra de que parece que ahora si, vienen buenos tiempos para Chiautempan.